El coronavirus cambió todo: desaceleró el consumo, tumbó los precios del petróleo, disparó el dólar y derrumbó las bolsas. ¿Qué sigue?
Será difícil olvidar la segunda semana de marzo de 2020. Tal vez la peor en la historia reciente para la economía, las bolsas en el mundo y el comercio global. El coronavirus empezó a pasar factura de su expansión y crecimiento a una economía que ya mostraba signos de debilidad y altas tensiones.
Solo en una jornada, la del jueves 12 de marzo, Wall Street cayó 10%, tendencia que registraron la mayor parte de los mercados mundiales. Pero la tercera semana de este mes arrancó de forma preocupante: el lunes 16 de marzo, al cierre de esta edición, el índice Dow Jones cayó casi 13% y Nasdaq 12,3%, aunque al día siguiente los mercados trataron de estabilizarse. Pero eso solo fue una ilusión, mientras que las acciones más importantes de las principales empresas del mundo desarrollado caían, el petróleo se fue por debajo de los US$30, poniendo la situación muy difícil para países productores como Colombia.
El precio del dólar en Colombia abrió a $4.230, nuevo máximo histórico
Sin lugar a dudas, el coronavirus disparó la ansiedad de los agentes económicos y las autoridades. Sin embargo, fue apenas la gota que rebosó la copa, pues la mayor parte de las economías desarrolladas venían presentando un proceso paulatino de desaceleración. Desde el año pasado, los mercados habían empezado a ponerlo en evidencia: la curva de rendimientos (que muestra la diferencia entre las tasas de corto y largo plazo) mandó una señal clara: los mercados veían venir algo grande.
Entonces llegó el coronavirus y desató el caos. Como si fuera poco, los países petroleros que buscaban un acuerdo para reducir la producción no lograron el objetivo. Por el contrario, Arabia Saudita decidió aumentar su producción como una forma de presionar a Rusia y entonces agregó otro factor desestabilizador: el precio del crudo ha caído a niveles por debajo de los US$30.
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Con todos estos factores sumados, muchos apuestan por una recesión mundial en los próximos trimestres.
A esto hay que sumarle el drama humanitario, pues el virus ha puesto en jaque a los sistemas de salud y las estructuras sanitarias de muchos países. Más de 220.000 infectados había en el planeta al 19 de marzo. Colombia pasó en menos de una semana de cero contagiados a 65 y luego a 102, con la expectativa de aumentar cada vez más rápido. Hasta el momento, hay más de 8.000 víctimas mortales y Europa se convirtió en el foco de la epidemia, luego de que China empezó a superar el virus en los últimos días y hasta logró que hubiera un día completo sin reporte de nuevos casos.
Obviamente, el virus genera un impacto inesperado y de enormes proporciones a la economía. La necesidad de mantener aisladas a las personas, evitar viajes, reuniones y eventos ya empezó a cobrarle a la dinámica del crecimiento en el mundo. En estas pocas semanas han surgido las primeras víctimas empresariales, en especial en el sector de turismo, aviación y entretenimiento. Se estima que el mundo podría perder más de 50 millones de empleos en estas actividades producto de esta profunda crisis. La pregunta es hasta dónde podrán aguantar las empresas y los sectores y hasta dónde esto afectara el mercado laboral y aumentará el desempleo a nivel global.
Por supuesto Colombia no es ajena a la situación. Entre el viernes 6 de marzo, cuando se conoció el primer caso de coronavirus hasta el 19 de marzo, llegó a 102 infectados, lo que pone a prueba a las instituciones de salud. El Gobierno ya bloqueó el paso de cruceros por Colombia, restringió los accesos a viajeros de Europa y Asia, cerró las fronteras terrestres, y con las recomendaciones a los sectores público y privado, fortaleció las estrategias de teletrabajo. Además mandó a los niños y jóvenes a sus casas.
Pero el impacto económico se siente. En Bogotá quedaron cancelados, aplazados o reprogramados eventos, conciertos y encuentros que solo en materia de taquillas y alquileres de espacios podrían dejar pérdidas cercanas a los US$300 millones. Como si fuera poco, el dólar logró, el jueves 12 de marzo, romper la barrera de los $4.000. Y, por otra parte, la caída del precio del petróleo puso a hacer cuentas al Gobierno y a los analistas, porque el presupuesto de la Nación se basa en un precio del petróleo de US$60 por barril y cada dólar que caiga el valor del crudo, en un periodo de un año, significa cerca de $400.000 millones menos para las cuentas del Gobierno.
¿Qué viene?
La situación plantea dos escenarios: uno de corto y otro de mediano plazo. En el primero, priorizar la emergencia de salud, a los contagiados y hacer todos los esfuerzos necesarios por contener el virus. Sin duda esta estrategia debe tener como foco evitar que el virus se extienda, aún por encima del impacto económico de corto plazo.
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Aquí pasamos al panorama de mediano plazo: debemos prepararnos desde ya para evaluar, diagnosticar y tomar las decisiones necesarias para que la economía recupere su dinámica apenas pase la tormenta.
Por ejemplo, si el mundo tiene que acostumbrarse a un precio del petróleo cercano a los US$30 o si el rebote será suficiente para volver a los niveles de US$60, ¿qué decisiones hay que adoptar en materia fiscal y de hidrocarburos? En un primer momento, Ecopetrol adoptó recortes en sus planes de inversión y reducciones de costos. Por la coyuntura, eso era inevitables. Pero es necesario seguir monitoreando la situación para este sector, pues una caída en el nivel de inversiones acelera el proceso de reducción de reservas provenientes de nuevos hallazgos.
De otra parte, es necesario establecer qué pasará con el consumo y el mercado laboral.